La semana pasada, pero para ser más exactos el pasado 25 de junio de 2009, inició la leyenda de Michael Jackson. El cantante por cierto de origen afro americano, quien a lo largo de su carrera logró romper toda clase de records, por lo que se convirtió en todo un ícono del pop; género del cual fue nombrado “Rey”. Las copias de sus discos se vendieron, y se siguen vendiendo, en cantidades inimaginables; así como todo tipo de souvenirs y productos que se relacionen con el artista.
Cierto es que como artista, llevó una carrera por demás exitosa y casi podríamos decir impecable; cosa que no podemos decir de su vida personal; que estuvo llena de contradicciones y escándalos. Sobre todo de unos años a la fecha. Dice la expresión popular que “No hay muerto malo”, pero en este caso no podemos negar que fue muy sospechosa la manera que libró las acusaciones que le hacían por “supuesto” abuso de menores, la manera como trataba o más bien ocultaba a sus hijos, y ya no hablar de todas las extravagancias extremas como su transformación física a lo largo del tiempo.
Qué cantidad de complejos y situaciones sin resolver pueden llevar a una persona a llevar ese tipo de comportamientos, solo él y su cabeza lo sabrán. Lo que es por demás ridículo y me cuesta mucho entenderlo es la forma como se le rinde un culto enfermizo. Como el de las personas que se reunieron en el Ángel a llorar por su pérdida, y en general en todo el mundo. Es verdad que es muy lamentable cuando un artista muere, porque el mundo pierde a un creador, pero al menos aquí en México creo que hay cosas más relevantes que pasan desapercibidas y nadie llora o se lamenta por ello. Ojalá pronto le demos el justo valor a las cosas y tengamos una identidad como país y como sociedad que nos lleve a dimensionar como corresponde a las cosas.
Descansen en paz los 48 niños de la guardería en Sonora, todas las personas que mueren en México por el narcotráfico, por la delincuencia, por negligencias médicas en hospitales públicos……. Ahh! Y Michael Jackson.
